Esta cita de Epictetus enfatiza la importancia de fomentar tanto el cuerpo como el alma al organizar un banquete. Si bien los aspectos físicos, como la comida y la bebida, son temporales y serán expulsados del cuerpo, las experiencias y el conocimiento compartidos durante el evento tienen un impacto duradero en el alma. Por lo tanto, la verdadera hospitalidad implica reconocer que un banquete debería servir no solo para satisfacer las necesidades físicas sino también para enriquecer el espíritu de los invitados.
En última instancia, Epictetus nos recuerda que el valor de una reunión radica en las conexiones y ideas significativas que se obtienen de él. Los recuerdos y la sabiduría intercambiados durante tales ocasiones son lo que realmente perduran, mucho más allá de la fugaz satisfacción de una comida. Al priorizar el alimento del alma, creamos relaciones duraderas y fomentamos una apreciación más profunda por los momentos compartidos de la vida.