En la novela de Jacqueline Winspear "To Die pero una vez", el autor reflexiona sobre el gran costo emocional de las vidas jóvenes perdidas en la guerra. El dolor experimentado por los padres cuyos hijos han muerto luchando es profundo, ya que lidian con el dolor y la necesidad de encontrar significado en su pérdida. La noción de que su hijo era "valiente" ofrece poco consuelo frente a su abrumador dolor.
Los padres tienen que navegar una compleja mezcla de orgullo y angustia, intentando aceptar el sacrificio de su hijo. Este sentimiento destaca las duras realidades de la guerra, enfatizando que no son solo los soldados los que sufren, sino las familias que soportan las consecuencias de por vida a raíz de la tragedia.