La esencia de la verdadera felicidad está intrincadamente vinculada a la relación de uno con Dios. Según Randy Alcorn, nada puede traer miseria realmente a alguien que considera a Dios como su porción, destacando la importancia de la presencia divina en la vida de una persona. Por el contrario, una persona que carece de Dios no puede experimentar la felicidad auténtica, independientemente de sus circunstancias externas. Esto subraya que la verdadera satisfacción no depende de posesiones o situaciones mundanas, sino de la realización espiritual.
Alcorn enfatiza que Dios es la fuente, el dador y el sostenedor de toda la verdadera felicidad. Sirve como la base definitiva de alegría y satisfacción en la vida. Por lo tanto, las personas que reconocen y aprecian a Dios como su porción son las que realmente experimentan felicidad. Esta perspectiva fomenta una conexión profunda con lo divino tan crucial para llevar una vida plena y experimentar una alegría duradera.