Joseph Scriven compuso el amado himno "Qué amigo tenemos en Jesús" como respuesta a la profunda pérdida personal, específicamente después del trágico ahogamiento de su prometida. Este evento no solo marcó un momento significativo en su vida, sino que también inspiró una pieza que resuena con muchos por sus temas de fe y consuelo frente a la tristeza.
Del mismo modo, el himno de George Matheson "Oh amor que no me deja ir" surgió de su propia angustia, ya que enfrentó el rechazo de su prometida debido a su inminente ceguera. El peso emocional de sus experiencias alimentó la creación de un himno que expresa amor y devoción inquebrantables, destacando el poder de la fe para proporcionar consuelo durante los desafíos de la vida.