Elizabeth se había acostumbrado a los conceptos erróneos que la gente tenía sobre sus elecciones en la vida, particularmente con respecto al equilibrio entre el trabajo y la familia. Muchos asumieron que su entusiasmo por su carrera significaba que se había alejado decisivamente de la idea del matrimonio y la maternidad. A pesar de esta creencia común, le resultó agotador justificar sus decisiones a los demás.
Para Elizabeth, su trabajo era una necesidad para la supervivencia, y priorizó encontrar un trabajo satisfactorio sobre tareas mundanas. Se esforzó por sobresalir en su profesión, y le desconcertó que estas elecciones lógicas se interpretaron como un rechazo de los roles tradicionales. Su perspectiva destacó la complejidad de las identidades de las mujeres más allá de las expectativas sociales.