El cristianismo es también una religión de continuidad y discontinuidad. Se trata de lo que permanece igual y lo que cambia en un abrir y cerrar de ojos. Ambas son verdades necesarias, pero a veces es importante acentuar la discontinuidad, el salto repentino, la manera de subir a un árbol, Zaqueo, y bajar santo.

El cristianismo es también una religión de continuidad y discontinuidad. Se trata de lo que permanece igual y lo que cambia en un abrir y cerrar de ojos. Ambas son verdades necesarias, pero a veces es importante acentuar la discontinuidad, el salto repentino, la manera de subir a un árbol, Zaqueo, y bajar santo.


(Christianity is a religion of continuity and discontinuity as well. It's about what stays the same and what changes in the twinkling of an eye. Both are necessary truths, but sometimes it's important to accentuate the discontinuity, the sudden leap, the way you go up a tree, Zacchaeus, and come down a saint.)

📖 Francis Spufford

🌍 Inglés  |  👨‍💼 Autor

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Esta cita captura maravillosamente la tensión dinámica en el corazón de la fe cristiana: el equilibrio entre constancia y transformación. La noción de que el cristianismo abarca tanto la continuidad como la discontinuidad subraya su profundo reconocimiento de que las vidas humanas y los viajes espirituales están marcados por la estabilidad, así como por momentos de cambio decisivo. A menudo, el crecimiento espiritual se presenta como un proceso gradual, que enfatiza la perseverancia constante; sin embargo, hay ocasiones cruciales –los “saltos repentinos”– que definen nuestra transformación. La historia bíblica de Zaqueo ejemplifica esto: un recaudador de impuestos que se encuentra con Jesús y experimenta un cambio inmediato y profundo que lo lleva a convertirse en una persona diferente. Momentos así resaltan el poder transformador de la fe: que un solo encuentro o comprensión puede impulsar repentinamente a alguien a cruzar un umbral de un estado del ser a otro. Reconocer estos momentos es vital, porque nos recuerdan que el crecimiento en la fe no se trata únicamente de mejoras incrementales, sino que también puede implicar intervenciones divinas o cambios inesperados que redefinan nuestras identidades. Aceptar tanto la continuidad como la discontinuidad alienta a los creyentes a valorar su tradición y herencia, sin dejar de estar abiertos a transformaciones radicales: esos "saltos" que pueden requerir que abandonemos nuestro antiguo yo y adoptemos nuevas formas de vivir y pensar. Esta perspectiva fomenta la resiliencia y la humildad, reconociendo que el cambio es intrínseco a la madurez espiritual y que a menudo los avances llegan repentinamente, iluminando nuestro camino a seguir de maneras que no podríamos haber anticipado, a veces en un abrir y cerrar de ojos.

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diciembre 25, 2025

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