El narrador comparte un encuentro con una mujer que pregunta si alguna vez ha manejado un arma. A pesar de sentirse un poco ansioso por la reunión, admite que nunca ha usado una. Esta admisión provoca una reflexión sobre las creencias de su familia con respecto a la violencia. Eran defensores firmes de la confrontación física en lugar del uso de armas de fuego, y su acceso a los recursos locales significaba que nunca se encontraron para recurrir a la muerte.
Esta declaración revela una perspectiva interesante sobre la violencia y las elecciones hechas por la familia del narrador. Destaca un contraste entre diferentes formas de resolución de conflictos e ilustra la incomodidad del narrador con las normas sociales que rodean el uso de armas. En general, subraya un comentario más profundo sobre los valores personales y las implicaciones de la violencia dentro de la educación.