Randy Alcorn señala una paradoja intrigante dentro de la iglesia: si bien Dios ha sido extremadamente generoso, la iglesia en sí se ha vuelto cada vez más tacaño. A pesar de las creencias generalizadas sobre el inminente regreso de Cristo, esta expectativa no parece inspirar cambios radicales en la forma en que los individuos asignan sus recursos. En lugar de priorizar el crecimiento del reino de Dios, muchos creyentes se centran en acumular riqueza por sí mismos, que, según la profecía, está destinado a desaparecer.
Esta discrepancia plantea preguntas sobre el verdadero impacto de la fe en el comportamiento financiero. Alcorn desafía la noción de que una anticipación del retorno de Cristo debería obligar a los creyentes a invertir más en actividades eternas en lugar de ganancias financieras temporales. El contraste entre la urgencia del rendimiento potencial de Cristo y el lento ritmo de generosidad entre los creyentes requieren introspección sobre prioridades y valores dentro de la comunidad de fe.