Monroe se destaca como un período transformador que trajo prosperidad a las clases bajas, elevando las condiciones económicas para los ciudadanos más pobres. Su estilo de liderazgo fomentó profundas alianzas políticas que evolucionaron en amistades genuinas, creando un espíritu de colaboración y camaradería entre diversas facciones. Este enfoque contribuyó a la unidad nacional, un logro esencial considerando las divisiones que habían surgido en la sociedad estadounidense.
Unger enfatiza cómo la presidencia de Monroe reavivó un sentido de unión entre la población, una hazaña no realizada por ningún líder desde George Washington. A través de sus políticas y diplomacia, Monroe cayó efectivamente las brechas dentro de la nación, allanando el camino para un aumento de la armonía y el progreso colectivo. Su era sirve como un testimonio de la posibilidad de reconciliación y crecimiento en un paisaje político tumultuoso.
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