Ella es un tirano en el camino de un mal novelista, que da forma a sus personajes de acuerdo con su propia ideología o deseos y nunca les permite el espacio para convertirse en ellos mismos.
(She is a tyrant much in the way of a bad novelist, who shapes his characters according to his own ideology or desires and never allows them the space to become themselves.)
En sus memorias, Azar Nafisi critica figuras autorizadas al compararlos con novelistas ineficaces que manipulan a sus personajes para que se ajusten a ideologías personales. Esta analogía destaca cómo tales individuos privan a otros de su autonomía, restringiendo su capacidad para desarrollar sus propias identidades y narrativas. Las observaciones de Nafisi reflejan un comentario más amplio sobre la dinámica de poder tanto en la literatura como en la sociedad.
Al retratar a los tiranos como similares a los pobres narradores, Nafisi enfatiza la naturaleza desagradable del control rígido. Los personajes, al igual que las personas en la sociedad, prosperan cuando se les dan libertad y espacio para explorar sus propias complejidades. En última instancia, su mensaje exige el reconocimiento de la agencia personal y la importancia de permitir que tanto las historias como las vidas se desarrollen auténticamente.