Pasaron algunos años, pero todavía no perdí esa sensación de asombro sobre Nueva York. Comencé a apreciar la soledad, la sensación de que en cualquier momento nadie necesita saber dónde estaba o qué estaba haciendo.
(Some years passed, but I still did not lose that sense of wonder about New York. I began to cherish the loneliness of it, the sense that at any given time no one need know where I was or what I was doing.)
En sus reflexiones sobre Nueva York, Joan Didion captura la maravilla perdurable que siente por la ciudad a lo largo de los años. A pesar del paso del tiempo, esta fascinación solo se profundiza mientras navega por su inmensidad. La ciudad, con sus infinitas posibilidades, se convierte no solo en un telón de fondo sino una parte de su identidad. Ella disfruta de la soledad que ofrece, enfatizando la libertad que viene con el anonimato.
Didion valora su independencia dentro del paisaje urbano, encontrando belleza en la idea de que su paradero y actividades siguen siendo desconocidas para los demás. Esta soledad le permite apreciar las intrincadas capas de la vida en Nueva York, lo que hace que su conexión con la ciudad sea profunda y transformadora.