En "París a la luna", Adam Gopnik reflexiona sobre la profunda conexión entre los padres y los primeros años de sus hijos, lo que sugiere que la magia y la inocencia de la infancia crean un vínculo único que es difícil de dejar. Este período está lleno de alegría, asombro y descubrimiento, y a medida que los niños crecen, a los padres a menudo les resulta difícil separarse de la dulzura y la simplicidad de esos momentos formativos.
La cita enfatiza que el romance experimentado durante la educación de un niño es algo apreciado por los padres, destacando una nostalgia agridulce. Sugiere que si bien podemos dejar de lado muchas cosas en la vida, el amor y los recuerdos asociados con la infancia de nuestros hijos siempre ocuparán un lugar especial en nuestros corazones.