En "The Man in the High Castle", Philip K. Dick presenta la noción de que los novelistas manipulan magistralmente la naturaleza humana, explotando deseos profundos que acechan debajo de una fachada de respetabilidad. Utiliza el doctor Goebbels, una figura notoria, como un ejemplo de alguien que comenzó su carrera en ficción, insinuando el poder de la narración de historias para evocar instintos primarios. Según Dick, los novelistas ejercen una profunda comprensión de los defectos de la humanidad, como la codicia y la cobardía, reconociendo cuán fácilmente las personas pueden ser influenciadas por sus instintos base.
Dick sugiere que la habilidad del novelista radica en su capacidad para aprovechar estas motivaciones ocultas, ilustrando cómo pueden provocar fuertes reacciones simplemente apelando a los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. La imagen del novelista "riendo detrás de su mano" sugiere una cierta manipulación de su audiencia, destacando una relación compleja entre el creador y el consumidor. Esta visión de la psicología de la narrativa revela un comentario sobre el lado más oscuro de la narración y su influencia potencial sobre la sociedad.