Vivimos en una cultura que negaba cualquier mérito a las obras literarias, considerándolos importantes solo cuando eran doncellas a algo aparentemente más urgente, a saber, ideología. Este era un país donde todos los gestos, incluso los más privados, se interpretaban en términos políticos. Los colores de mi bufanda de cabeza o la corbata de mi padre eran símbolos de la decadencia occidental y las tendencias imperialistas. No usar barba, estrechar la mano con miembros del sexo opuesto, aplaudir o silbar en las reuniones públicas, también se consideraron occidentales y, por lo tanto, decadentes, de la trama de los imperialistas para derribar nuestra cultura.

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(We lived in a culture that denied any merit to literary works, considering them important only when they were handmaidens to something seemingly more urgent-namely ideology. This was a country where all gestures, even the most private, were interpreted in political terms. The colors of my head scarf or my father's tie were symbols of Western decadence and imperialist tendencies. Not wearing a beard, shaking hands with members of the opposite sex, clapping or whistling in public meetings, were likewise considered Western and therefore decadent, part of the plot by imperialists to bring down our culture.)