Debemos agradecer a la República Islámica por hacernos redescubrir e incluso codiciar todas estas cosas que damos por sentado: uno podría escribir un artículo sobre el placer de comer un sándwich de jamón. Y dije, ¡oh, las cosas por las que tenemos que estar agradecidos! Y ese día memorable fue el comienzo de nuestra larga lista de deudas con la República Islámica: fiestas, comer helado en público, enamorarse, tomar de la mano, usar lápiz labial, reír en público y leer en Teherán.
(We must thank the Islamic Republic for making us rediscover and even covet all these things we took for granted: one could write a paper on the pleasure of eating a ham sandwich. And I said, Oh, the things we have to be thankful for! And that memorable day was the beginning of our detailing our long list of debts to the Islamic Republic: parties, eating ice cream in public, falling in love, holding hands, wearing lipstick, laughing in public and reading in Tehran.)
En sus memorias "Leyendo Lolita en Teherán", Azar Nafisi reflexiona sobre cómo el entorno opresivo de la República Islámica aumentó su aprecio por los placeres cotidianos previamente dados por sentado. Ella enfatiza la importancia de actos simples, como disfrutar de un sándwich de jamón o participar en actividades sociales, ya que se convirtieron en emblemáticos de la libertad en una sociedad restrictiva. Esta nueva apreciación provocó una sensación de gratitud por lo que muchos podrían considerar experiencias mundanas.
La narrativa de Nafisi sugiere que a través de la adversidad, las personas pueden reconocer el valor de las preciadas libertades, como las muestras públicas de afecto, risas y arte. Las limitaciones del régimen iraní llevaron a Nafisi y sus compañeros a compilar una lista de cosas por las que estaban agradecidos, convirtiendo su anhelo de la normalidad en un acto conmovedor de resistencia. Esta memoria sirve como un poderoso recordatorio de la resiliencia del espíritu humano frente a la opresión.