Epictetus enfatiza la insignificancia de nuestra presencia física en el gran esquema del universo al tiempo que destaca la superioridad de la razón humana. Él propone que, a pesar del pequeño espacio que ocupan nuestros cuerpos, el poder de la razón nos permite ser igual a los seres divinos. Esta perspectiva nos invita a centrarnos en nuestras capacidades intelectuales y morales en lugar de estar preocupados por nuestra existencia física.
Al valorar y nutrir nuestras habilidades de razonamiento, podemos alinearnos con los aspectos superiores de la existencia. Epictetus nos anima a reconocer que el verdadero valor no radica en nuestra estatura física sino en la fuerza de nuestras mentes y la profundidad de nuestra comprensión. Este enfoque fomenta el crecimiento personal y una sensación de igualdad con lo divino, instándonos a invertir en nuestro desarrollo intelectual y ético.