En "París a la luna", Adam Gopnik reflexiona sobre la naturaleza de la vida y las rutinas diarias. Sugiere que si bien podríamos creer que no podemos repetir el pasado, en realidad, lo hacemos a través de nuestras acciones y hábitos cotidianos. La vida se convierte en una serie de repetidos placeres y responsabilidades, creando una continuidad que hace que cada día se sienta similar al último. Este proceso de establecer una rutina es por lo que finalmente luchamos en nuestras vidas.
Gopnik se hace eco del sentimiento del poeta Randall Jarrell, quien describió cada día como "el día de nuestra vida". Esta frase encapsula la idea de que cada momento que experimentamos está formado por las rutinas que establecemos. En lugar de avanzar hacia lo desconocido, encontramos consuelo en la igualdad de nuestra existencia diaria, creando una vida rica en experiencias familiares que pueden parecer ordinarias pero definen nuestras narrativas personales.