En su comentario para Le Monde, J.-P. Quélin destaca la originalidad excepcional de los chefs en Nueva York y Londres, lo que sugiere que su creatividad culinaria trasciende las normas y expectativas tradicionales. Esta declaración subraya el enfoque revolucionario que llevan estos chefs, empujando más allá de las normas establecidas para crear experiencias gastronómicas únicas que pueden ser difíciles de criticar o clasificar.
Adam Gopnik apoya esta noción a través de una experiencia personal en L'Arpege, donde celebró el cumpleaños de su hermano con una notable comida de catorce platos. Señala que este moderno arte culinario eclipsó la calidad de la estimada cocina clásica, elevando su encuentro de comidas a un nivel que hizo que los platos tradicionales parecieran inferiores en comparación.