La estimada reputación de Washington se atribuye más a su decisión impactante de renunciar al poder que a la forma en que lo manejó. Su capacidad para retroceder con gracia de la autoridad es lo que realmente lo distinguió y le valió la admiración. Este acto de rendición ejemplificó su compromiso con los principios democráticos y la importancia de la transición del liderazgo en una nación incipiente.
Ellis enfatiza que las hábiles salidas de Washington fueron fundamentales para dar forma a los primeros Estados Unidos. Al dejar voluntariamente del poder, estableció un precedente que influiría en las generaciones futuras y definiría la naturaleza de la democracia estadounidense. Sus acciones reforzaron la idea de que el verdadero liderazgo a menudo implica saber cuándo entregar las riendas, lo que se ha convertido en un valor central en la gobernanza.