El éxito de la generación revolucionaria surgió de su diversa mezcla de personalidades e ideologías. Esta variedad creó un equilibrio dinámico donde sus interacciones fomentaron la cooperación y el equilibrio. En lugar de ser definidos por la perfección, sus defectos compartidos y sus características únicas sirvieron para templarse mutuamente, haciéndose eco de la idea de Madison en Federalist 10 de que múltiples facciones en una república pueden equilibrar la influencia de los demás.
Este esfuerzo colectivo no fue sobre la brillantez individual, sino la interacción de diferentes puntos de vista y fortalezas que impulsaron sus logros. Destaca la importancia de la diversidad para lograr objetivos comunes, ilustrando cómo la naturaleza imperfecta de los líderes revolucionarios contribuyó al éxito general de su causa.