Los hogares que han perdido el alma de cocinar de sus rutinas pueden no saber lo que se les falta: la canción de un chisporroteo salteado, la pequeña charla de alockar cucharas de medir, el aroma de levadura de la masa ascendente, la pintura de sabores sobre una pizza antes de que se deslice hacia el horno.
(Households that have lost the soul of cooking from their routines may not know what they are missing: the song of a stir-fry sizzle, the small talk of clinking measuring spoons, the yeasty scent of rising dough, the painting of flavors onto a pizza before it slides into the oven.)
En su libro "Animal, vegetal, milagro", Barbara Kingsolver reflexiona sobre cuántos hogares se han alejado de la cocina como parte central de su vida diaria. Ella enfatiza las simples alegrías y las experiencias sensoriales que conlleva la preparación de la comida en el hogar, como los sonidos y los olores de cocción, que crean una conexión significativa con nuestras comidas y entre ellos.
Kingsolver sugiere que el acto de cocinar no se trata solo de sustento sino también del disfrute y la creatividad. Los rituales que rodean la preparación de los alimentos, como los sonidos de los utensilios y el aroma de la cocción, contribuyen a una vida más rica y satisfactoria, una que a menudo se pasa por alto en nuestra cultura acelerada y orientada a la conveniencia.