En tiempos desafiantes, las personas a menudo se aferran al mantra resistente de los movimientos de resistencia pasados, afirmando su determinación de permanecer firmes. Sin embargo, se hace esencial examinar la base de esta resolución. Uno debe preguntarse si este compromiso está enraizado en los ideales positivos de nuestra historia o simplemente una postura reaccionaria impulsada por el miedo y la ira. La verdadera fuerza no radica en la adherencia rígida a la creencia sino en la capacidad de adaptarse y crecer a partir de las lecciones aprendidas.
La noción de superioridad moral estadounidense no es una excusa para aislarse de las realidades del cambio y la comprensión. Si seguimos siendo inflexibles ante la adversidad, corremos el riesgo de perder de vista los principios éticos que una vez nos guiaron. En lugar de permitir que el miedo dicte nuestros instintos de supervivencia, debemos comprometernos con las complejidades de nuestras experiencias para emerger más iluminados y unificados.