En "Small Wonder", Barbara Kingsolver reflexiona sobre la influencia generalizada de la publicidad en nuestras vidas, enfatizando cómo las vigas electrónicas penetran cada barrera, creando un espectáculo impulsado por el comercio global. Este juego de sombra simboliza el deseo constante fabricado por los anunciantes, ilustrando hasta qué punto dan forma a nuestros deseos y necesidades. Su abrumadora inversión en marketing, superior a cien dólares por persona anualmente, destaca la escala de esta manipulación en todo el mundo.
El extracto subraya la intersección del comercialismo y la experiencia humana, donde los individuos se convierten en simples espectadores en una gran actuación orquestada por poderosos titiriteros. Kingsolver critica cómo estas fuerzas no solo dictan el comportamiento del consumidor sino que también perpetan un ciclo de deseo que puede conducir a la insatisfacción y la desconexión. A través de su lente, se invita al lector a considerar las implicaciones de vivir en un mundo tan fuertemente influenciado por los intereses corporativos.