Vertió el agua, colocó un poco de pan lo suficientemente cerca de las brasas para quemarse pero no prender fuego, y miró a Little John. Estaba tan acostumbrada a su paso, a su corpulencia, que tardó un momento en notar su rostro; y cuando lo hizo. . . Era, pensó, más bien como el momento en que uno se da cuenta de que se ha cortado el dedo y mira fijamente la primera gota de sangre en la hoja del cuchillo. Sabes que te va a doler mucho en un minuto.
(She poured the water, arranged some bread near enough the embers to scorch but not catch fire, and looked up at Little John. She was so accustomed to his step, to his bulk, that it took a moment to notice his face; and when she did . . . It was, she thought, rather like the moment it took to realize one had cut one's finger as one stared dumbly at the first drop of blood on the knife-blade. You know it is going to hurt quite a lot in a minute.)
En esta escena de "Los forajidos de Sherwood" de Robin McKinley, el protagonista participa en una actividad sencilla pero íntima de preparar comida mientras reflexiona sobre la presencia de Little John. Su familiaridad con él la hace inicialmente inconsciente de su estado emocional. Sin embargo, al notar su rostro, experimenta una comprensión repentina que es inquietante, similar al retraso que uno siente cuando reconoce que se ha lastimado.
Este momento captura una mezcla de rutina y conciencia impactante, ilustrando cómo la vida cotidiana puede cruzarse con emociones más profundas. La reacción del protagonista subraya una inminente sensación de dolor, lo que sugiere que algo significativo está a punto de suceder, muy parecido a la anticipación del dolor después de descubrir una herida. McKinley utiliza hábilmente esta metáfora para transmitir la tensión en su relación y presagiar un conflicto potencial.