En "París a la luna", Adam Gopnik enfatiza la naturaleza fluida de la conversación, argumentando que las personas no se adhieren estrictamente a los marcos teóricos cuando se comunican. En cambio, las teorías que utilizan son adaptables y cambian dinámicamente a lo largo de las discusiones, lo que refleja la naturaleza en constante cambio de la interacción humana.
gopnik critica la idea de restringir la conversación a la constancia teórica rígida, lo que sugiere que tal limitación tergiversa la esencia de la comunicación. Las conversaciones son inherentemente espontáneas y receptivas, ilustrando cómo la flexibilidad en el pensamiento es crucial para el diálogo significativo.