En su libro "El conflicto no es abuso", Sarah Schulman plantea una pregunta crítica con respecto a las interacciones humanas: ¿por qué un individuo elegiría verse a sí mismo como una víctima en lugar de participar en el diálogo? Esta elección a menudo conduce a una percepción de acoso y conflicto, evitando la oportunidad de participar por igual en la resolución de problemas. Schulman sugiere que muchas personas encuentran consuelo al identificarse como víctimas, lo que les permite evitar las complejidades de responsabilidad y el potencial de conversación constructiva.
Esta mentalidad no solo distorsiona la comprensión de las relaciones, sino que también perpetúa el conflicto. Al adoptar una narrativa de víctima, los individuos pueden sentir una falsa sensación de alivio, confirmando su estatus como perseguido en lugar de participar activamente en la resolución de conflictos. El trabajo de Schulman alienta a los lectores a reconsiderar sus percepciones de responsabilidad y reconocer el valor del diálogo abierto, que puede fomentar la comprensión mutua y ayudar a abordar las violaciones en las relaciones.