La cita destaca la naturaleza rápida del juicio divino, enfatizando la idea de que Dios puede provocar la destrucción en meros momentos. Esto se ilustra en la afirmación de que Dios tardó solo siete minutos en destruir ciudades antiguas significativas como Babel, Babilonia y Nínive. El orador sugiere que el nivel de maldad presente en las ciudades contemporáneas, particularmente la ciudad de Nueva York, supera el de los lugares históricos...