Esta cita enfatiza la importancia de la profundidad y la autenticidad en el desarrollo del personaje dentro de la narración de ficción. Sugiere que los personajes deberían ser algo más que sus diferencias o rasgos únicos; deben realizarse plenamente y ser identificables para crear narrativas significativas. Cuando los escritores se centran únicamente en la "otredad" de un personaje, corren el riesgo de reducirlo a un estereotipo o un mero emblema de desconocimiento, en lugar de un individuo complejo con motivaciones, defectos y humanidad. Estas representaciones superficiales pueden dificultar la participación del lector, ya que carecen de resonancia emocional y autenticidad.

El proceso de creación de personajes verdaderamente convincentes implica comprender sus mundos internos, sus orígenes, sus deseos y sus contradicciones. Es a través de esta representación multidimensional que la ficción puede explorar temas universales como el amor, el miedo, la esperanza y el conflicto, haciendo que los personajes sean creíbles e impactantes. Esta cita desafía a los escritores a ir más allá de los rasgos superficiales y esforzarse por lograr representaciones matizadas que humanicen incluso a los personajes más "diferentes".

En definitiva, la cita también invita a reflexionar sobre la dinámica escritor-lector. Los personajes bien elaborados permiten a los lectores ver partes de sí mismos o comprender perspectivas distintas a las suyas, fomentando la empatía y la perspicacia. Al invertir en los intrincados detalles de la vida interior de un personaje, los escritores enriquecen sus historias y garantizan que sus creaciones trasciendan la "otredad" superficial y se conviertan, en cambio, en seres vitales y con los que se puede identificarse dentro del universo narrativo.