Isabel encontró alegría en las conversaciones que serpentearon inesperadamente, apreciando una sensación de juego en el diálogo. Ella creía que muchas personas tendían a abordar las discusiones demasiado serias y literalmente, lo que disminuyó la creatividad de la interacción.
Su preferencia por los intercambios alegres refleja su deseo de una forma de comunicación más atractiva y caprichosa, destacando su aprecio por los matices del lenguaje y el placer que se encuentra en diversos caminos conversacionales.