Lawrence argumentó que a pesar de hacerse pasar por reformistas islámicos con toda la intolerancia de mente estrecha de los puritanos, ibn-Saud y sus wahabistas difícilmente eran representativos del Islam. En cambio, como advirtió en The Politics of La Meca, la secta wahabista estaba compuesta por medievalistas marginales, y si prevaleciera, en lugar del Islam tolerante y bastante cómodo de La Meca y Damasco, tendríamos el fanatismo de Nejd... intensificado y agrandado por el éxito.
(Lawrence argued that despite posing as Islamic reformists with all the narrow minded bigotry of the puritan, ibn-Saud and his Wahhabists were hardly representative of Islam. Instead, as he warned in The Politics of Mecca, the Wahhabist sect was composed of marginal medievalists, and if it prevailed, we would have in place of the tolerant, rather comfortable Islam of Mecca and Damascus, the fanaticism of Nejd … intensified and swollen by success.)
Lawrence criticó a ibn-Saud y a los wahabistas por su estrechez de miras, argumentando que su descripción de sí mismos como reformistas islámicos era engañosa. Creía que esta secta no representaba verdaderamente la esencia del Islam. En su obra, La política de La Meca, expresó su preocupación de que el movimiento wahabista, compuesto por reacciones de una época pasada, amenazara con reemplazar las versiones más tolerantes y cómodas del Islam que se encuentran en lugares como La Meca y Damasco.
En cambio, Lawrence advirtió que el ascenso del wahabismo podría conducir al surgimiento de una interpretación más fanática y extrema del Islam, basada en ideologías obsoletas de la época medieval. Anticipó que si la secta wahabista ganaba dominio, amplificaría un fervor ya problemático, transformando el panorama religioso en uno caracterizado por la intolerancia en lugar de la coexistencia prevaleciente en el pasado.