La belleza moral existía tan claramente como cualquier otra forma de belleza y tal vez ahí fue donde pudimos encontrar al Dios que era tan vívidamente, y a veces extrañamente, descrito en nuestras ruidosas explicaciones religiosas. Era un pensamiento intrigante, ya que significaba que un concierto podría ser una experiencia espiritual, una pintura secular de un ícono religioso, una cara cautivadora de un ángel que pasa.
(Moral beauty existed as clearly as any other form of beauty and perhaps that was where we could find the God who was so vividly, and sometimes bizarrely, described in our noisy religious explanations. It was an intriguing thought, as it meant that a concert could be a spiritual experience, a secular painting a religious icon, a beguiling face a passing angel.)
El concepto de belleza moral se presenta como una forma significativa y distinta de belleza, que potencialmente ofrece una comprensión más profunda de lo divino. Esta perspectiva sugiere que Dios podría revelarse a través de experiencias y expresiones que trascienden los contextos religiosos tradicionales, lo que implica una conexión entre el arte, la música y la espiritualidad.
Esta idea no solo es estimulante, sino que reorganiza cómo se puede percibir lo santo o lo sagrado en la vida cotidiana. Indica que los momentos de belleza, ya sea en una actuación, una obra de arte visual o el encanto de una persona, podrían servir como puertas de entrada a la experimentación de lo divino, incluso en entornos seculares.
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