William cerró los ojos en puro éxtasis. Mira, sé que no es absolutamente ningún aviso, pero ¿por casualidad serías gratis para cenar esta noche? preguntó. De nuevo hubo un silencio. Y luego, una vez más, vinieron las palabras para impulsar cualquier corazón, incluso el de un concesionario de vinos de mediana edad, un maestro fallido del vino y una idea fallida, ¡qué idea encantadora! Sí, claro.


(William closed his eyes in sheer ecstasy. Look, I know it's absolutely no notice at all, but would you by any chance be free for dinner tonight? he asked. Again there was a silence. And then, once again, came the words to boost any heart-even that of a middle-aged wine dealer, a failed Master of Wine, and a failed everything else-What a lovely idea! Yes, of course.)

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En un momento de pura alegría, William se deleita en una invitación espontánea para la cena, lo que le da una emoción inesperada. Su propuesta, hecha sin ningún acuerdo previo, se encuentra con una breve pausa que aumenta la anticipación de la respuesta. A pesar de sus pensamientos autocríticos sobre sus fracasos pasados ​​como comerciante de vinos y maestro del vino, siente una sensación de esperanza y emoción.

La respuesta que recibe lo llena de felicidad, lo que demuestra que incluso aquellos que sienten fallas pueden experimentar momentos encantadores. La invitación es aceptada con entusiasmo, recordando a William la alegría de la conexión y el poder edificante de una simple invitación de cena, transformando una noche ordinaria en algo especial.

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enero 23, 2025

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