observar a los hombres italianos mientras comen pueden sentirse como una forma no escrita de turismo, ya que expresan deleite y aprecio por sus comidas de una manera cautivadora. Su disfrute se convierte en casi una actuación, marcada por sus gestos y sonidos, lo que se suma al atractivo de la experiencia. El escritor encuentra esta exhibición atractiva e intrigante, incluso si plantea preguntas sobre su comportamiento fuera de las situaciones gastronómicas, especialmente en relación con los roles y relaciones nacionales.
A pesar de reconocer las complejidades y problemas dentro de las culturas mediterráneas, el autor se deleita con el simple placer de ver a estos hombres durante la hora de comer. Hay una sensación de aprecio por el momento que trasciende cualquier deseo de un compromiso o comprensión más profundo de sus vidas más allá de la mesa. En última instancia, destaca la alegría que se puede encontrar en la observación de prácticas culturales, incluso si es solo por la experiencia en sí.